Setenta y cinco pesetas. Ésa fue la primera recompensa que Hildegart Rodríguez Carballeira ganó gracias a su talento. La obtuvo con apenas 11 años cuando estudiaba en un colegio de monjas y se presentó al concurso de relatos que la Protectora de Animales y Plantas convocó en 1925. Tanto sentido tuvo su argumentación y tan bien estaba hecha que, en apenas un año, Hildegart ya andaba subida a las tablas de teatros, salas de fiesta y cines de todo Madrid ofreciendo charlas educativas sobre los más diversos temas sociales.
Con 12 años, Hildegart se sumó a la troupe de la campaña de Higiene Social que cada temporada recorría los barrios ofreciendo consejos de salud y tratando de concienciar al personal de lo importante que era mantener ciertos hábitos. Los oradores de aquellas conferencias eran los influencers de la época y, entre ellos, la niña prodigio que fue Hildegart Rodríguez se convirtió en una verdadera rockstar.
Estudiante de Filosofía y Letras y de Derecho, al mismo tiempo, aquella niña robusta con cara de buena persona se convirtió en una de las líderes de la Asociación Femenina Universitaria, primero, y de las Juventudes Socialistas, después. Antes había formado parte de las conocidas como “Ligas de Bondad”, una especie de organizaciones infantiles dedicadas a la realización de obras de justicia social. En todas ellas, Hildegart fue una verdadera “galáctica”.
Pronto convirtió el “problema de la mujer” en su tema. Habló de sus derechos, pero también de cómo debían convertirse en dueñas de sus propios cuerpos. Lo hizo en más de una decena de obras de divulgación como las que publicó en los “Cuadernos de cultura” sobre “La revolución sexual” o “Sexo y Amor”. Habló Hildegart como una auténtica teórica de la Reforma Sexual promovida desde el corazón de Europa y defendió para las españolas las mismas libertades que para alemanas, británicas o francesas.
Derecho al aborto y al divorcio, despenalización de la homosexualidad y del adulterio, libertad para amar y, sobre todo, cabeza mucha cabeza. Eso es lo que exigía Hildegart a las españolas: inteligencia para evitar la maternidad y mucha educación sexual para disfrutar sin las consecuencias del embarazo o las enfermedades venéreas. Por eso, adiestraba a quienes la escuchaban en el uso de capacetes, una especie de condones femeninos que evitaban la llegada del esperma a la matriz y que, a diferencia de los condones, dejaba en manos de la mujer la decisión de evitar el embarazo. Sólo a ellas competía, a juicio de la casta y moral Hidelgart, ser responsables de su sexualidad.
Para una virgen de 16 años controlada de manera enfermiza por su madre no estuvo nada mal. Tan moderna fue en sus planteamientos que, por supuesto, toda su obra desapareció en cuanto la moral nacionalcatolicista se impuso en España. La pobre Hildegart no llegó a enterarse. Su madre la asesinó en 1933, logrando que semejante drama ocultara el verdadero valor de su obra.
Hildegart desapareció durante décadas de la memoria colectiva. Su empeño por conseguir que las mujeres se hicieran dueñas de sus vaginas no sería retomado hasta

que promovían la emancipación sexual femenina asumían las consignas llegadas desde Estados Unidos y autoras como Betty Friedan. Fueron unas dignas herederas.
Referencias
La Opinión : diario independiente de la mañana: Epoca SEGUNDA Año III Número 492 – 1925 Agosto 12, p. 2
La correspondencia de Valencia : diario de noticias : eco imparcial de la opi…: Año XLIX Número 19893 – 1926 Marzo 22, p.1
La Libertad: Año VIII Número 2085 – 1926 noviembre 27, p. 7
La Libertad: Año VIII Número 2094 – 1926 diciembre 8, p. 4
La Libertad: Año VIII Número 2094 – 1926 diciembre 8, p. 8
La Libertad: La Libertad – Año XI Número 2829 – 1929 abril 13 , p.7
La Libertad: La Libertad – Año XI Número 2924 – 1929 agosto 2 , p. 5
HILDEGART (1931). La revolución sexual. Cuadernos de Cultura: Valencia