La historia de los tratamientos ginecológicos tiene sombras pasadas que, si no fuera por el drama que ocultan, darían para reírse un buen rato. Que la medicina oficial sostuviera durante siglos el hecho de que nuestros úteros podía recorrer el interior de nuestros cuerpos provocándonos todo tipo de males no impidió que en algún momento de finales del siglo XIX la anatomía y la especialización médica pusieran nuestra matriz en su sitio.
Sin embargo, revisar los tratamientos médicos a los que fueron sometidas las señoras del XIX puede convertirse en un ejercicio de riesgo para historiadoras sensibles. De los placenteros masajes de vulva a las intervenciones quirúrgicas más agresivas pasando por una farmacología que llenó los cuerpos de las mujeres de todo tipo de sustancias tóxicas, el vademecum decimonónico es, como poco, sorprendente, visto con la perspectiva del tiempo.
El siglo XIX también vio florecer esa falsa ciencia llamada homeopatía que prescindió de la farmacia, pero abusó del disparate. Y para muestra un botón.
Es el caso narrado en la revista El criterio médico en junio de 1871. Se trata del caso número 63 expuesto por el doctor M. Roth, de París, en The British Journal of Homepathy y traducido por la revista española.
En el caso clínico expuesto, el doctor explica cómo trató el descendimiento de matriz de una paciente mediante un espasmo. Para provocarlo, el doctor soltó un ratón bajo las faldas de la señora dejando que subiera por sus piernas y así consiguió lo que no habían logrado otros tratamientos convencionales.
El mal rato de la señora, que corrió por toda su casa, desapareció en el olvido de la historia. El testimonio orgulloso del señor Roth aún queda en la hemeroteca. El final de la historia ya la conocen: el prolapso uterino es un problema que afecta a las mujeres con el paso de los años, especialmente si han tenido partos vaginales y se trata, si no es grave, con ejercicios y algunas modificaciones en los hábitos de vida, pero que puede ocultar problemas más graves como cáncer de útero.
Los tratamiento homeopáticos, con ratón o sin ellos, no han demostrado su eficacia para ello.